Él sentía su corazón palpitando con escándalo, como uno de esos sapos enormes que pululaban en la huerta de la casa de Chiclayo y parecían una glándula con ojos, una cámara que se infla y desinfla.
Cuando un perro ve la comida, las señales de los ojos y la nariz estimulan el cerebro, que activa las glándulas salivales para secretar saliva para ayudar al perro con la digestión.
Aunque Auguste nunca descubrió el misterio, hoy sabemos que, en los ajolotes, la glándula hipófisis no produce la hormona tirotropina que regula la metamorfosis completa, pero bajo condiciones de estrés se puede producir.