Juntos escuchábamos a la banda de música del quiosco del parque del Oeste y remábamos en las barcas del Retiro en las mañanas de domingo que hacía sol.
Donde Cabestany hacía de verdad el dinero era en los catecismos y en una serie de folletines rosa protagonizados por una heroína de provincias, Violeta LaFleur, que se vendían muy bien en quioscos.
Los pequeños quioscos de libreros en las orillas del Sena son, desde hace más de cuatro siglos, uno de los atractivos de París, la ciudad más turística del mundo.