Apenas levantó la vista cuando sintió abrirse la puerta, pero a su hermano le basté aquella mirada para ver repetido en ella el destino irreparable del bisabuelo.
Y lo primero que hizo fue limpiar unas armas que habían sido de sus bisabuelos, que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un rincón.
Entonces en el barrio la conocían como " La Taberna de las chicas" porque, claro, aparte de mi bisabuelo, que era el único hombre en la taberna, todas las demás dependientas eran sus hijas.